Cuando escuchó sus palabras comprendió como se sentía, quizá más que comprenderle, recordó lo que ella ya había sentido, la impotencia de no poder hacer nada, la rabia al ver que su vida se había perdido, la angustia de no saber que pasará después de todo aquello, el dolor que se clava en el pecho, literalmente; la congoja, el ardor de las lágrimas en el rostro. Recordó la manera en que aún dolía aquel fuego dentro de ella del que solo quedaban cenizas.
Su imagen le vino a la cabeza, joven, guapo, cariñoso como nadie, sobre todo con ella, su sobrina, solo quince años menor que él. Una canción. Un peluche. Una foto. Dolor. Una lágrima que aún reconocía que bajaba rodando por su mejilla.Un nuevo recuerdo, aquel 27 de agosto.Aquella impresión. Aquel puñetazo que ella le dio a su amigo simplemente por decir la verdad. La rabia que corría por sus venas, y una imagen en su cabeza, una que ella nunca había imaginado. Su tío, 24 años. con una soga al cuello, aún ebrio,las lágrimas saliendo de sus ojos a borbotones, manchando sus mejillas, muriendo en sus labios...y se derrumbó, no podía más.¿Qué se le habría pasado por la cabeza?¿QUÉ?
Le echaba de menos, ojalá él estuviese aquí, alguien con quien sincerarse, un hombro en el que llorar, ojalá su tío le conociese a él, pensó de repente, y una leve sonrisa se pintó en su cara, estaría orgulloso de ella.Él, aún sin saber muy bien lo que le pasaba a su novia por la cabeza le secó las lágrimas y la abrazó con fuerza, hasta que pocos minutos después ambos cayeron en un profundo sueño. Sí. Sus tíos se sentirían orgullosos de ellos dos.
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